Mi particular condición de anarquista al que no le importaría conocer el lado oscuro hace que no crea en los políticos.
Tal cosa no quiere decir que no me guste la política. Veo y me divierten todos los movimientos que estos hacen como si estuviera en un cine y no me importara el final de la película, lo sé.
Me importa cómo los guionistas construyen sus personajes y estos siguen a rajatabla el guion; adivinar la próxima jugada en un tablero que contiene sus piezas para darle sentido cuando, en definitiva, lo importante es el tablero.
Quizás sea por eso que la figura de Pablo Iglesias fue calando en mis gustos, no sin ciertas reticencias que, al final, no lograron vencer lo que representa para mí. No puedo decir lo mismo del partido, Podemos; aunque, es lógico que ante aquella coyuntura que ilusionó a tantos, se apuntaran muchos a caballo ganador que aseguraba poltronas y buenos sueldos.
La sorpresa que causó aquel partido neonato y su mensaje novedoso y la agresiva campaña de desprestigio dirigida hacia su líder, conseguía que no me perdiera un enfrentamiento televisivo en aquellos sábados noche de Inda, Marhuenda y Cia. Me divertían aquellos cuerpo a cuerpo en los que Pablo se desenvolvía como pez en el agua. Poco a poco se fue formando la imagen de un estratega político de indudable valía. Pero eso molestaba a muchos que veían peligrar sus privilegios (al tablero) si esa coleta se sentaba en el Consejo de Ministros.
Denuncias de seguir los dictados de Venezuela, de cobros indebidos para financiaciones fraudulentas, de comprar casoplones con una hipoteca, de no dormir tranquilo si gobernaba con él, de persecución policial y judicial hacia las cabezas visibles del partido…
Todo y mientras el Partido Popular intentaba limpiar la mierda de sus trapicheos y el PSOE echaba de su Secretaria General a Pedro Sánchez por insinuar que un pacto con esos ‘demonios rompe españas’ era posible.
Le tenían (y todavía le tienen) miedo.
Un líder de la Izquierda que no infunda ese miedo, es un sumiso,
Podemos pretendía que los peones del tablero tuvieran más capacidad de movimiento; y eso produce vértigo a las demás piezas, incluso a muchos peones sumisos también. La ley feminista más importante desde la aprobación del voto femenino, en aquel lejano 1933, ha sido elogiada por los más eruditos juristas de este país y en el extranjero; sin embargo, algún resquicio de un texto que fue elaborado por dos ministerios y repasado por todos los partidos que apoyaron su aprobación, hizo que se rebajaran penas e incluso excarcelaciones. La ‘medalla’ se le negó a Irene Montero, culpable de convivir con Pablo Iglesias, y trajo otra oleada de críticas que no son más que la continuación de la campaña de acoso y derribo a personas que intentan con tozudez cambiar el paradigma que ha llenado el Congreso de los Diputados de adoradores de la Patria,
Lo que no han conseguido ministros que manipulan a altos cargos de la Policía, periodistas que sacan noticias en momentos clave, a sabiendas que son falsas, fake news para elegir, sentencias con olor a ‘Causa General’… Lo ha conseguido Yolanda Díaz.
Todos sabemos que el derrumbe de Podemos se producirá en las próximas autonómicas y municipales; el partido no tiene una estructura autonómica ni municipal fuerte y las múltiples divisiones de la Izquierda que, en el fondo tienen los mimos planteamientos, pero distintas formas de alcanzar poltrona, harán lo demás.
El proyecto de Yolanda Días no suma, divide.
Las exigencias de Podemos son absolutamente lícitas con los números que ahora existen y teniendo en cuenta que fue Pablo Iglesias quien encumbró a la ministra. Pero, después del 28M no tendrán esa fuerza; y Yolanda y alguien más lo saben. La exclusividad de las ideas progresista no tiene copyright.
No nos hemos de esforzar en saber o creer qué líder necesita; nadie, ni los más parlanchines analistas lo saben. Tal cosa se averigua por la reacción de todos los cuerpos que componen nuestra sociedad; todos, los nostálgicos, los poderosos, la actual fuerza que gobierna y las capas más necesitadas de avance social.
Y la reacción fue de una excesiva, casi vergonzosa zalamería en la presentación de la que aspira a ser la primera mujer presidenta de este país, la unión al proyecto de aquellos que Podemos dejó por el camino y quieren volver abrazados a ‘otra cosa’ que es la copia de la primera; sólo que la primera es la que se ha llevado todos los palos de patriotas empeñados en que el proyecto no prospere.
Y, lo más importante y definitorio, a Yolanda el Poder, la Casta, el Sistema —llámenlo como quieran, pero, negar su existencia es de pardillos— no le tienen miedo. Con eso me basta para saber de qué color será su paso por la Historia.